Mi experiencia en artes marciales, defensa personal y el combate.
06-12-2016

Mi experiencia en artes marciales, defensa personal y el combate.

Mi primera visita a un gimnasio fue a los 12 años. Estaba en una nube de fantasia de pelicula china y la necesidad de detener a los compañeros que me golpeaban y robaban en un colegio privado de Rosario. Mi primer contacto con la violencia física del cual tengo memoria fue a los 6 años, cuando me empujaron por la escalera de la escuela simplemente porque me gustaba sentarme en primera fila y responder todo lo que preguntara el profesor. Aún así, me tomó 6 años acercarme a las artes marciales: en este caso el Taekwondo, el cual practiqué por 2 años.
Las clases con el tiempo se me hicieron repetitivas, y las constantes reprimendas del Sabon por no seguir las lineas tradicionales a la hora de hacer combates me desalentaron muchísimo. Soy una persona que pierde el temperamento facilmente y me gusta usar salidas que aprendí peleando en la calle. Pero aún así, el taekwondo fue una buena herramienta para lidiar con esos compañeros violentos de la escuela.
Cuando arranqué el secundario, en el colegio donde asistí era otra historia. Ahi el contacto físico era más tipo deporte, o sea la violencia era de todos contra todos: no habia tanta discriminación a la hora de pelearse.
A los 14 años encontré en un club de barrio, por primera vez, un cartel donde se leía “Defensa Personal”. Comencé a entrenar por primera vez en Karate, tuve la agradable sorpresa de recibir clases de un cinturon negro de Okinawa que estaba de intercambio. Con muchas dificultades logré explicarle cuáles eran mis necesidaes, y sorprendentemente me puso separado del grupo a entrenar muy poquitas “técnicas” que hasta el día de la fecha conforman mi arsenal de supervivencia para la calle: patadas a genitales, golpes a los ojos y a la garganta, evadir y correr.
Esta experiencia duró tan solo 6 meses y logró aumentar mi capacidad defensiva muchísimo. Él mismo fue mi primer INSTRUCTOR, por primera vez una persona que se tomó el trabajo de darme clases personalizadas que cubrían mis necesidades. Pasados estos seís meses el Sensei retornó a Okinawa y fue reemplazado por el Sensei Rosarino que había abierto ese dojo originalmente. Este se encontró con un joven que solamente queria entrenar defensa personal… Fuí reprendido severamente con muchos ejercicios físicos y muchisima práctica de Katas, demás está explicarles que sólo entrené una semana más.

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En esta época, siguiendo un poco las fantasias que miraba en el Cine y la TV; armé una especie de área de entrenamiento en el patio de mi casa, y continuaba entrenando como creia que debia ser la cosa.

A los 16 me encontré con que a la vuelta de mi hogar existe un gimnasio de Boxeo. Instigado por un vecino que era el dueño, comencé a entrenar. Este fue otro gran paso acertado en la dirección correcta: este estilo de Boxeo me enseñó a recibir golpes, me aportó mucha experiencia de combate, y mientras entrené conoci lo que era transpirar.
Con el tiempo me terminaron hartando las constantes golpizas que recibia de parte de compañeros avanzados, y no mejoraba como boxeador. Hoy sé que esto era debido a que no me enseñaban realmente, se repetia ciegamente una rutina pre-armada que me cambiaban arbitrariamente.

Aunque para ese entonces tenía algo de experiencia pateando y golpeando con herramientas propias del cuerpo, no tenia idea lo que significaba saber manejar un arma.

Luego, por primera vez, tuve contacto con algo de combate cuerpo a cuerpo: participé menos de un mes en algunas clases de Brazilian Jiujitsu. Calculo que la persona que me dió clases debe haber sido pésima, porque me taladraba la cabeza con que realizara maniobras para llevar todo al suelo en la calle. En ese momento las calles en donde tenia más dificultades eran de tierra o de adoquines y por lo general encontraba mugre, vidrios, o elementos que hacen peligroso luchar en o desde el suelo. Desgraciadamente, abandoné muy rápido la idea de que el suelo tenia utilidad. Más tarde descubri que esto era un error grave de mi parte…

A los 17, luego de dejar difinitivamente el boxeo, conocí varias escuelas de Kung Fu en la zona, y fui haciendo una suerte de rotación entre dichas escuelas más que nada porque alimentaban mis fantasias alimentadas por años de ver cine chino. Debo confesar que no atendia a las prácticas de forma debida y hacia poco caso de lo que me decían o trataban de enseñar. Esto continuó por un tiempo.

En la calle en algunas oportunidades, las artes marciales me dieron la posibilidad de evitar violencia contra mi persona, y en otros casos simplemente a llegar con vida a mi casa.

El tiempo, la vida, o vaya a saber qué me llevó a conocer el Jeet Kune Do de las manos de un campañero de trabajo. Fue la segunda vez que tenia un INSTRUCTOR, con la diferencia que las clases eran hechas a mi medida, y el nivel de exigencia aumentaba con el tiempo ajustándose a mis facultados mentales y físicas. Por primera vez senti que entrenaba algo que realmente queria entrenar. Fue también por primera vez que entrené algo de Kali.
En esta disciplina de Jeet Kune Do, encontré diferentes tipos de combate: con armas y sin ellas, parados o en el suelo, además combate contra múltiples oponentes y defensa contra armas de fuego.
Mi capacidad para defenderme en la calle se incrementó exponencialmente.

Con el tiempo fui madurando como persona y practicante: encontré una maravillosa mujer, formé una pareja con ella, y pasé a ser padre y marido.
Esta fue la etapa mas crítica en mi carrera dentro de las artes marciales; de repente era importante que volviera a mi casa sano y salvo, puesto que tengo una familia, y ellos en cierta medida dependen de mí.
En este momento crucial el Jeet Kune Do que practicaba tomó otro color: era común volver de las prácticas lesionado o con una fatiga que no me permitía cumplir correctamente con mi trabajo o mis obligaciones cotidianas. A esto se le sumaba que no teniamos un programa de entrenamiento y que la dificultad de los combates era o muy fácil, o imposible.

En el medio de esta crisis, pude encontrar un hogar con las artes marciales filipinas (Kali, Arnis o Eskrima). Y al poco tiempo encontré un sistema de combate completo y muy detallado en Eskrima Kombat. Las AMF forman un compendio maravilloso de contenidos técnicos, fluidez, historia y muchas cosas lindas más. Lo que más destaco es que no tiene absolutamente ningún requisito físico: el mismo entrenamiento te capacita a nivel físico y mental.
El Eskrima Kombat es una disciplina de combate que va desde los más simple y objetivo hasta el combate de contacto pleno, cubriendo diferentes niveles de intensidad, con armas o sin ellas.

Hoy en día también he sumado el Jiujitsu Daito Ryu a mi vida, como práctica y como disciplina.

Ahora, ¿qué tienen en común estas tres disciplinas o sistemas? ¿El combate en todo tipo de situaciones y con difenrentes niveles de dificultad? ¿Que se realizan en forma comprensiva y teniendo en cuenta las necesidades y facultades de cada practicante?
Siendo la clave la posibilidad de hacer combates lo más importante en los tres, las tres diferentes escuelas comparten esta característica esencial para cualquier sistema que quiera ser efectivo en la calle.

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En este sentido, Eskrima Kombat me brinda muchos niveles de dificultad, y de aplicación a muchos escenarios. Eskrima Kombat me brindó algo que nunca antes habia encontrado: un sistema comprensivo de combate con armas, completo en detalles y en dificultades.

Otra de las cosas que me trajo la práctica constante de la Eskrima Kombat, por más raro que suene, fue tranquilidad: en los combates y torneos tengo la oportunidad constante de comprobar si lo que entrenamos sirve o no, si es aplicable con un tipo más grande, más pesado, más pequeño, más fuerte, más rapido… También entrenamos muchisimo la agilidad mental, ya que en el combate armado los conflictos se resuelven en fracciones de segundo, y no en minutos como puede verse en la parte deportiva.

Y por último y tal vez lo más importante: Eskrima Kombat me mostró lo que puede significar estar en un grupo de gente que entiende y aprecia el combate, para aprender y mejorar a través del mismo, tener un grupo de compañeros dispuestos a dar una mano sin reclamar nada a cambio, un grupo de gente que cada día es más grande y que no pierde calidez ni calidad.

Diego A. Carenzo
Director de Eskrima Kombat Rosario

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